Prisionero estoy en esa cárcel, de un no corresponder, por haberme situado en un lugar que no conozco, un lugar prohibido, los alrededores de tu conciencia, ese espacio tan invadido por un llanto sin cesar y melancólico que me taladra el oído, y me produce un sentimiento insatisfactorio, pero lo peor de ese llanto no es lo perverso, sino lo que se esconde detrás de su sombra, la nocturnidad la vuelve un espejo oscuro de frivolidad, y espacio intangible, falta de ternura, falta de devoción para una pareja.
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